Jesús Ramírez Cuevas al centro, su perfil en sombra detrás, con banderas de México, Cuba y Venezuela al fondo, logotipo de Pemex y símbolo de espionaje, en tonos guinda, dorado, verde y café Pantone 4T.
Cómo Jesús Ramírez trazó la nueva ruta de poder entre México, Cuba y Venezuela

Cómo Jesús Ramírez trazó la nueva ruta de poder entre México, Cuba y Venezuela

El tablero político latinoamericano muestra un vínculo cada vez más estrecho entre México, Cuba y Venezuela, sostenido por intereses energéticos, afinidades ideológicas y operadores de poder que han permanecido más allá de los cambios de gobierno. En ese entramado, el nombre de Jesús Ramírez Cuevas surge como uno de los personajes más influyentes. Propagandista y operador político que, según fuentes periodísticas y documentos históricos, habría consolidado la ruta que mantiene viva la conexión del obradorismo con los regímenes de La Habana y Caracas.

La investigación de Los Ángeles Press sobre redes de inteligencia cubanas en México, sumada a los reportes de Infobae y El Universal, retrata un sistema de cooperación que trasciende la diplomacia. Se trata de una estructura donde la asistencia médica, los convenios energéticos y el intercambio ideológico han funcionado como canales de espionaje, control político y transferencia de recursos públicos. En paralelo, se fortalecieron alianzas con figuras como Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro, ambos presentes en México en múltiples ocasiones durante el sexenio de López Obrador.

De Tabasco a La Habana: una relación que nació en los ochenta

Los antecedentes de esta conexión se remontan a principios de los años ochenta. Documentos de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, hoy Centro Nacional de Inteligencia, registran que López Obrador —entonces delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco— promovió un intercambio con Fidel Castro para construir viviendas económicas. A cambio, campesinos tabasqueños serían enviados a Cuba para compartir técnicas agrícolas, aunque los informes oficiales apuntan a que el viaje tuvo fines políticos y no productivos.

Décadas más tarde, la relación entre ambos países se institucionalizó. Desde 2018, Cuba ha recibido apoyo financiero, combustible, medicamentos, libros de texto y contratos por más de 1,200 millones de dólares, cifra equivalente al 40 % del presupuesto anual de la UNAM. López Obrador visitó la isla en 2022 y fue condecorado con la Orden José Martí, mientras defendía públicamente a La Habana como “símbolo de dignidad” ante Estados Unidos. En reciprocidad, Díaz-Canel visitó México en tres ocasiones y recibió la Orden del Águila Azteca, la más alta distinción del Estado mexicano.

Para Ramírez Cuevas, el control narrativo fue clave para construir ese lazo. Como arquitecto de la comunicación gubernamental, tejió un discurso que colocó a Cuba como referente moral y a Venezuela como aliada natural. Este relato, anclado en la idea de soberanía latinoamericana, legitimó transferencias millonarias de recursos públicos y sostuvo una narrativa que aún marca la política exterior mexicana.

Petróleo, ideología y control territorial

Jesús Ramírez es descrito por analistas como un operador que combina tres frentes: propaganda, inteligencia y energía. Su influencia se habría extendido hacia una red paralela dedicada a la distribución y control del huachicol, articulando una ruta que va de Tabasco a Veracruz, y de ahí hacia el Caribe y Sudamérica. Esta red, según fuentes citadas por medios como Los Ángeles Press, habría facilitado el tráfico de combustible hacia países aliados, incluyendo Cuba y Venezuela, bajo el argumento de cooperación energética.

En Veracruz, mientras el gobierno federal transfirió más de 3,000 millones de dólares en petróleo a Cuba entre mayo y agosto de 2025, el estado quedó sin recursos para enfrentar desastres naturales tras la cancelación de su seguro estatal por parte de Rocío Nahle, cercana al expresidente. La llamada Aseguradora Veracruzana de Servicios Integrales carece de fondos y estructura, dejando a miles de familias sin protección frente a inundaciones y derrumbes. Paralelamente, fondos del IMSS Bienestar se desviaron para cubrir compromisos internacionales.

El impacto no fue únicamente económico

En varios estados del sur, comenzaron a registrarse brotes de violencia contra extranjeros, en especial en zonas turísticas y fronterizas de Chiapas, Oaxaca y Tabasco. Especialistas advierten que estos episodios se vinculan con narrativas nacionalistas alimentadas desde el discurso oficial y replicadas por operadores cercanos a Ramírez Cuevas buscando desviar la atención de crisis internas. El resultado es un clima social tenso, donde la xenofobia comienza a operar como herramienta política más que como fenómeno aislado.

Ese desequilibrio refleja el costo de las prioridades políticas. El presupuesto transferido a Cuba equivale al gasto total en seguridad pública, mientras tanqueros como el Sandino, señalado por sanciones internacionales, son utilizados en los envíos. El caso ha generado indignación social y alimentado críticas por el abandono de regiones como Poza Rica, donde obras inconclusas y colapsos recientes evidencian la precariedad local frente a la generosidad con gobiernos extranjeros.

Entre Caracas y La Habana: la sombra compartida

La relación de México con Venezuela siguió una línea similar. Desde la llegada de López Obrador al poder, Nicolás Maduro visitó el país en tres ocasiones, pese al rechazo internacional. En múltiples foros, el presidente mexicano defendió abiertamente al régimen venezolano y denunció lo que llamó “injerencismo de la OEA”. En 2024, llegó incluso a comparar las sanciones contra Caracas con las impuestas a Cuba, afirmando que “toda la derecha del mundo” estaba en su contra.

Columnistas como Fausto Pretelin señalaron que esta postura fue más ideológica que diplomática, al punto de considerar que México ofreció “un salvavidas político a Maduro”. Las similitudes entre ambos modelos se reflejan no solo en el discurso, sino en la concentración del poder comunicacional, donde Jesús Ramírez fungió como puente entre la narrativa bolivariana y la estrategia mexicana.

Dentro del gobierno actual, su influencia continúa siendo motivo de tensión. Su capacidad para mantener redes políticas y mediáticas activas lo ha convertido, una vez más, en una piedra en el zapato para la administración de Claudia Sheinbaum, que enfrenta la herencia de decisiones marcadas por la lealtad ideológica más que por la razón institucional.

Una política exterior que mira al sur mientras el norte se hunde

México mantiene hoy una relación privilegiada con los gobiernos de Cuba y Venezuela, sostenida por discursos de unidad latinoamericana y respaldada por transferencias económicas difíciles de justificar. El costo político de estas alianzas se mide en la pérdida de autonomía financiera, la dependencia energética y la erosión de credibilidad internacional.

El papel de Jesús Ramírez Cuevas en esta estrategia trasciende lo comunicativo: representa la conexión entre los discursos de justicia social y las prácticas de control ideológico. Sus vínculos, tanto en el aparato de comunicación como en la estructura territorial de Morena, continúan operando desde la sombra y delineando la política exterior mexicana hacia el eje de La Habana y Caracas.