Las calles de Guadalajara han vuelto a latir con la energía de una generación que no espera a que el cambio llegue: lo exige. Jóvenes nacidos entre 1995 y 2010, identificados como Generación Z, encabezan manifestaciones que no solo gritan por justicia, sino que delinean una visión más justa del país que quieren habitar.
En México, y específicamente en Jalisco, estas marchas han dejado de ser eventos aislados. Ahora son espacios organizados con precisión, convocados por colectivos jóvenes que entienden el poder de la movilización digital y la logística presencial. No se trata únicamente de protestar; es una forma de construcción social, donde se cruzan la indignación y la innovación.
Generación Z y la construcción de nuevas formas de participación
Estas juventudes no replican modelos heredados. Introducen códigos propios, desde pancartas con lenguaje inclusivo hasta rutas de protesta guiadas por la seguridad comunitaria. Lo que para generaciones anteriores pudo parecer rebeldía desordenada, hoy es activismo estratégico y consciente. La protesta es solo un canal más del liderazgo que ejercen.
Por otro lado, este fenómeno también muestra una conexión profunda entre lo político y lo personal. En una sociedad marcada por la desigualdad, la Generación Z mexicana no ve dicotomía entre vida privada y acción pública. Sabe que lo que no se transforma colectivamente se sufre individualmente.
Una encuesta de septiembre de 2025 reveló que el 64% de los jóvenes en zonas urbanas mexicanas participan activamente en causas sociales. La cifra confirma que el activismo no es una moda, sino una forma de vida.






