Un vínculo de más de tres décadas entre un cuidador mexicano y una panda gigante está tocando corazones y abriendo debates cruciales. Xin Xin, la única panda nacida en América Latina sin vínculos con China, vive sus últimos días en el Zoológico de Chapultepec, en Ciudad de México, bajo la mirada atenta y amorosa de Joel Montoya, su cuidador desde hace 34 años.
Este lazo trasciende lo emocional. Representa el cierre de un ciclo histórico de colaboración internacional que permitió que pandas gigantes habitaran fuera de Asia. Xin Xin es descendiente directa de Pe Pe y Ying Ying, quienes llegaron a México en 1975 como un gesto diplomático del gobierno chino. Desde entonces, generaciones han crecido con la imagen de este emblemático animal, convertido en símbolo de conservación, ternura y resiliencia.
Una panda, un país y una memoria colectiva
Además, la despedida de Xin Xin marca un cambio profundo en la política global sobre especies protegidas. Actualmente, China mantiene la soberanía sobre todos los pandas del mundo, lo que hace de Xin Xin una excepción diplomática y biológica. En consecuencia, su partida no solo es un asunto local, sino que también impacta en el ecosistema cultural y científico de la región.
Por otro lado, el caso de Xin Xin es una poderosa metáfora sobre cómo la dedicación, incluso en entornos poco visibles como un zoológico, puede generar un legado que trasciende generaciones. Joel Montoya lo resume en una frase sencilla pero devastadora: “Si se va ella, yo también”. Una muestra de amor incondicional, que ha despertado admiración en redes y medios de todo el continente.
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